28 marzo 2006

Faltan 228 días

1.000 kilometros aproximadamente son los que me separan en este momento de mi dulce novia. Esto no es algo extraordinario, ya que la distancia es la misma desde el inicio de nuestro pololeo. Este fin de semana recién pasado, como otros tantos, fue mi turno de viajar.
Se suponía que durante mi estadía no haríamos nada extraordinario, salvo visitar algunos departamentos en busca de nuestro futuro primer hogar. Sin embargo, como que no quiere la cosa, así como por casualidad, terminamos mirando argollas de matrimonio frente a las atiborradas vitrinas de una joyería. Situaciones similares a esta, como pasar frente a "La Casa Blanca", producen en mi una extraña reacción que podría ser llamada "boditis". Los síntomas son espasmos, escalofrios, tiritones y la imposibilidad de evitar lanzar un alharido que evidencia una mezcla de ansiedad, felicidad, incredulidad y pánico.
Volviendo a la vitrina de la joyería, una vez controlada la boditis, pude apreciar la variedad de "alianzas" que había disponibles. A diferencia de otras veces, armándome de valor, le dije a mi polola "pasemos a cotizar". Obviamente esa era su intención desde el principio.
Una vez dentro de la joyería, solicitamos ver en específico unas argollas talladas que nos habían llamado mucho la atención. Eran preciosas, planas, delicadas, con un fino borde liso y un sinfín de líneas paralelas al dedo, que le daban un brillo impresionante. Me la probé. Apenas me miré la mano me ví con otros anillos en cada dedo, vestido totalmente de blanco, hasta con sombrero, y usando un tupido mostacho, transformado repentinamente en un narcotraficante colombiano (mis disculpas al pueblo colombiano por el prejuicio). Demasiado brillo. Así que Nein, Danke.
Ninguna de las otras talladas nos llamó la atención y coincidimos en que las planas lisas parecen un pedazo de tubo cortado. Así que pasamos a las tradicionales media caña. Lindas, sencillas, elegantes y siempre vigentes. Luego la diligente vendedora no presentó el modelo inglés (no recuerdo el nombre exacto). Es como una variación de la anterior, pero más gruesa. Esa también nos gustó.... y bastante. La niña tras el mesón advirtió nuestro interés y nos tentó con agregar gramos de oro para obtener una argolla no sólo mas gruesa, sino también más ancha.
Así que salimos de dicha joyería con dos cotizaciones, felices por tener la primera cotización y preocupados porque lo que teníamos estimado como presupuesto no está en la media de los precios, sino más bien en la mínima. Por supuesto todavia tenemos tiempo para cotizar en muchas otras joyerías, pero creo que ya definimos lo que vamos a buscar.
Ojalá sea más fácil que encontrar departamento.