29 mayo 2006

Faltan 166 días


Cuando me enojo soy detestable. Por lo general tengo buen humor, pero a veces me lavanto con la pata izquierda y eso me pasó este sábado recién pasado.

Cerca de las 8 de la mañana me llamó mi polola, salté de la cama y la fui a buscar al terminal de buses. Como me había acostado poco antes de las 5 haciendo el famoso "monito", la dejé en su casa y volví a la mía para dormir otro ratito, "tú me llamas", le dije.
Tenemos una cuñada (polola del hermano de mi polola) que tiene un restaurant y que además organiza eventos. A ella le encargamos que nos ayude con nuestra fiesta de matrimonio. Quedamos de juntarnos cerca de las 10:30 con ella en su restaurant para luego visitar algunos locales donde hacer el magno evento.
Yo estaba soñando con invitados rebeldes, mesas y adornos florales maltrechos cuando sonó el teléfono, mi polola me avisaba que nos ibamos a juntar a las 11:15, así que "tienes tiempo para desayunar tranquilo", me dijo. Colgué el teléfono, miré la hora y, ¡ rayas y centollas !, sólo faltaban 20 minutos... y a mí salir de la ducha me cuesta tanto como salir de la cama... Así que por más que me apuré, cuando salí del baño ya tenía 3 llamadas perdidas. Mientras me vestía sonó de nuevo el teléfono, era mi polola avisando que ella y su madre se iban antes, que nos juntáramos "allá". Me pareció extraño, porque seguramente yo en auto iba a llegar antes que ellas en colectivo. Esta llamada alteró un poco mi estado de ánimo. Como ellas ya iban por la calle, terminé de vestirme y me fuí. Cuando iba a mitad de camino suena el celular, era mi polola para aclarar que "allá" no era el restaurant, sino la casa de nuestra cuñada, a pocas cuadras de la mía. Esta llamada me alteró más, pero me armé de paciencia y dí media vuelta. En eso estaba cuando vuelve a sonar el teléfono, ahí ya no pude controlar el tono de mi voz y el "aló" lo reemplacé por un "estoy manejando no puedo contestar el telefono a cada rato !". Era mi polola diciéndome que nos juntáramos en el centro, como yo ya iba de vuelta le dije que no y seguí rumbo a la casa de mi cuñada. Al llegar, salió mi polola a recibirme, con sólo verla se me pasó un poco la rabia y me sonreí, aclaramos la situación y salimos a ver los locales. Pero mi humor estaba inestable y las tallas de mi cuñada, sumado a tres mujeres dándome instrucciones de cómo debía manejar (que dobla acá, que frena, que estacionate aquí, que toca la bocina, que allá te puedes dar vuelta) y rematando con un conductor imbécil que no señaliza antes de cambiar de pista, terminaron por irritarme al punto que mejor no abría la boca porque de hacerlo probablemente no iba a hablar sino a ladrar.
Luego de ver los locales dejamos a nuestra cuñada y nos fuimos al pueblo cercano a visitar al curita. Durante el viaje, el incómodo silencio me resultó bastante cómodo, me fui relajando, tratando de respirar profundo y tranquilo, contando mentalmente hasta mil. Así que cuando llegamos a la casa del cura mi tono de voz ya era normal y era capaz de articular algunas frases amables. La reunión fue agradable, el curita no se acordaba del encargo que me había hecho (me volvió a preguntar a qué me dedicaba). Cuando le entregué el monito lo calificó de "catedral" pero al parecer igual le gustó, o al menos eso quiso expresar.
Durante el almuerzo me disculpé por mi mal humor. Creo que mi polola nunca me había visto tan enojado ...y sobrevivió. En realidad como que no me pescó mucho, y es lo mejor que pudo haber hecho. Cuando estoy así ojalá ni me hablen. Luego le expliqué que al enojarme entro como en un circulo vicioso, me siento estúpido por cómo actúo y eso me dá más rabia, al final termino enojado conmigo mismo y prefiero no articular palabra para no decir nada de lo que después me arrepienta (ya sea por volumen o contenido).

Terminamos el día en el local de nuestra cuñada, revisando detalles de la fiesta para que nos arme un presupuesto: parece que vamos a tener que reducir más la lista de invitados....