24 agosto 2006

Faltan 72 días

De todos los trámites que hay que hacer antes de casarse, seguramente el que hicimos este fin de semana recién pasado fue el más agradable de todos.............. la degustación del menú.
Cuando recién estábamos pensando en lo que queríamos para nuestra fiesta, le decía yo a mi dulce polola lo felices que estarían mis invitados si la cena fuera lo típico de acá: un cordero asado al palo. Para ellos, sería algo novedoso y completamente fuera de lo común, algo que recordarían por mucho tiempo. Mi novia estaba de acuerdo y pensaba que sería también muy bien visto por los santiaguinos. Sin embargo, mas del 50% de los invitados es gente de esta zona, gente que cualquier domingo y sin algún motivo en especial puede hacer un asado al palo. Entonces, para ellos sería algo muy poco atractivo. Además, encontrar el local adecuado habría sido otro dolor de cabeza..... seguramente lo único que habría servido sería arrendar un campo y encarparlo, con lo cual se nos disparaba el presupuesto. Por lo tanto, dejamos la elaboración del menú a cargo de nuestra cuñada, concuñada y banquetera (no son tres personas, es una sola que cumple las tres funciones). En la primera reunión, acordamos que queríamos algo novedoso para el cóctel, una combinación de carnes con alguna salsa rica para el plato fuerte y un buffet de postres. Ahora que lo escribo, me parece bastante vaga la solicitud, pero con esos datos y un presupuesto aproximado la banquetera se puso a trabajar.
El sabado en la mañana fuimos a la pastelería a cotizar la torta. Llevamos fotos de modelos de tortas bajadas de internet, pero elegimos una de una revista que nuestra banquetera le prestó al pastelero (en pueblo chico todos se conocen). Como teníamos que elegir los sabores de los distintos pisos, el pastelero nos regaló tres pasteles para que probáramos alternativas: tres leches, panqueque naranja y crema nuez; lamentablemente no tenía los sabores reina luisa y ciruela limón. Nos llevamos los pasteles y nos fuimos al restaurant de la banquetera pues ahí nos ibamos a reunir con la fotógrafa, la idea era pedir un cafecito y comernos los pasteles, pero la socia de la banquetera nos convenció de dejarlos para la noche, junto con la degustación del menú. Nos aguantamos el hambre y nos fuimos, porque la fotógrafa al final no pudo ir por problemas personales.
Luego de almorzar los deliciosos ñoquis hechos por mi futura suegrita (y luego del reposo correspondiente), nos fuimos a la multitienda a corregir unos detalles de la lista de regalos. Más tarde saciamos la sed con un fresco schop y finalmente, ya empezando la noche, volvimos al restaurant para la esperada degustación.
Eramos seis personas: la novia, su mamá, su hermano (media naranja de la banquetera), los padrinos de la novia y yo. Una botella de vino y empezamos:
  • los bocadillos del cóctel: (acomodándose a las precarias condiciones de la cocina del local, ninguno de ellos incluye mayonesa) no recuerdo bien los nombres, pero había tártaro de salmón, primavera de frutos del mar, crudos, bolitas de ricota, mousse de salmón, brochetas y los nunca bien ponderados choritos (ostiones creo que le decían). Aunque estaban todos deliciosos, nuestra primera observación (de la novia en realidad) fue que la mayoría de ellos incluía cebolla cruda en su preparación, lo que no es por todos bienvenido. Así que cambiamos los choritos por palmitos y duplicamos el mousse. Debo destacar que la primavera de frutos del mar se sirve en una conchita de ostión (verdadero ostión), lo cual le da un toque muy especial.
  • la entrada: teníamos que elgir entre tres alternativas, un ceviche de salmón y congrio, un mouse de salmón y camarones y un chupe de centolla. La decisión fue fácil: ganó la centolla. No es que los otros fueran malos, estaba todo exquisito, pero el ceviche mantiene el problema de la cebolla y el mousse lo tenemos en el cóctel. Además, el chupe de centolla es una entrada caliente, no es pesada, es original, muy sabrosa y exclusiva. Lo que sí, observamos que tratara de mejorar la presentación, a lo cual la chef (que estaba presentando sus platos) sugirió poner una patita de centolla como adorno, lo cual fue inmediatamente descartado por la banquetera..... ¿de dónde voy a sacar 140 patitas de centolla? (le faltó agregar: por el mismo precio).
  • el plato de fondo: acá las opciones eran dos tipos de carnes con dos acompañamientos intercambiables. La primera es una combinación de medallon de cerdo con dados de res marinados en salsa de soya (o algo así) acompañados por risotto de espárragos; la segunda era lomo (creo) en salsa de champiñones acompañado de risotto de mariscos. En ambos casos el acompañamiento se puede cambiar por ñoquis a la romana (de sémola, no de papa como los de mi suegrita). Tampoco fue tan difícil decidir, la primera opción ganó por unanimidad.
  • el postre no fue degustado, pues lo que nos propuso la banquetera es un buffet de frutas frescas. Suena simple, pero nos vendió la idea hablando de una decoración fabulosa, cascadas de frutas, uvas, berries, sandías, muchos colores, cremas y salsas para acompañar.... suena bonito, ojalá resulte igual de maravilloso. Confío en que sí.
  • la torta: por fin pudimos probar los bizcochos que nos dieron en la mañana.... curiosamente, al que menos fé le tenía fue uno de los mejor catalogados: el panqueque naranja. También dejamos el crema nuez y casi por unanimidad descartamos el tres leches.
¡Qué manera de comer cosas ricas ese día!
Parte de lo que acordamos fue poner en cada mesa un cartelito con el nombre de la mesa (nombres de lagos) y el menú. De lo contrario, muy pocos van a saber que están comendo centolla y no va a faltar el que diga que el arroz quedó recocido cuando pruebe el risotto. Sin embargo, más tarde, disponiéndome a conciliar el sueño, la almohada me dijo al oido: ¿no será muy presuntuoso informar el menú? ¿qué importa si saben que comen centolla o no? Lo que realmente importa es que coman algo rico, que les guste y queden felices. Planteada esta inquietud a la novia del año, acordamos no poner el menú en cada mesa, sino que sólo una vez, en el cartel con la distribución de las mesas junto al acceso. Total, eso nadie lo lee.