22 junio 2006

Faltan 142 días

Cierre los ojos.... ehm, mejor abralos, o no podrá leer.

Vuelvo a empezar:
Con los ojos abiertos, imagine que está en una fiesta de matrimonio. Lo está pasando increíblemente bien, ha bailado hasta con los garzones, el cóctel estuvo fabuloso, la comida estuvo impecable, la torta exquisita... con su trago favorito en la mano se luce haciendo un paso imposible en el centro de la pista, todos le rodean y aplauden, cuando de pronto...... se acaba la música : "Estimados invitados, según la ordenanza municipal y de acuerdo a la nueva ley de alcoholes, desde esta hora ya no podremos seguir haciendo ruido, así que les invito a pasar a las mesas, hemos traido naipes, dominó, ludo y ajedréz para que se entretengan y compartan con nosotros el resto de la noche. Por su comprensión, muchas gracias."

Aunque no lo crean, esta pesadilla podría ser realidad. No sé si es algo que pasa en todos los municipios de este país, pero por lo menos es así en este pueblo que se cree ciudad. Por supuesto no en toda la ciudad, sino en algunos sectores, los más cercanos a barrios residenciales. Fue así como los dos locales que habíamos elegido como primera y segunda opción para realizar nuestra fiesta de matrimonio debieron ser inmediatamente descartados. Tal vez alguien estime que las 4:00 de la mañana es una hora prudente para retirarse, pero nosotros, conociendo a nuestros invitados, sabemos que con suerte se van a ir antes de las 8:00. Como ninguno de los dos tenemos campo ni los recursos para arrendar la carpa, debimos empezar una nueva búsqueda del local ideal para nuestro evento, lo cual resultó ser más difícil de lo esperado. Y es que NO HAY. Así de simple, la oferta de locales adecuados es tan escasa que asusta. O son feos, o son chicos, o no tienen cocina, o te impiden llevar a tu propio banquetero, o cierran a las 4 de la mañana.

Reconozco que uno de los locales elegidos en un principio no era de mi total agrado, por ser un recinto militar, pero el otro me encantaba, muy acogedor, buenas instalaciones, bonito antejardín donde hacer el cóctel (luego de la correspondiente manda para que san isidro no asista). Pero no se pudo. Entonces, la mejor alternativa resultó ser nada más y nada menos que el primer local que se me vino a la cabeza cuando fui consciente de que me iba a casar: el Club de Artesanos. Resulta que el padre de mi novia era socio activo de ese club, pero de esos socios con la camiseta puesta. Tanto así, que hoy el club de artesanos tiene un salón con su nombre. Bueno, el Club de Artesanos no fue considerado en un principio, porque se estimó que no tenía la suficiente capacidad, además, no tiene un salón previo donde hacer el cóctel antes de pasar a las mesas, sino que es todo un solo gran espacio. Además, como buen club social, tiene ese aire como humilde. Lo bueno es que está a sólo dos cuadras de la plaza de armas, aunque no son precisamente las dos cuadras más bonitas de la ciudad.... El salón es amplio, alto, buen piso, buena iluminación, buena cocina, baños decentes. Así que finalmente, el Club de Artesanos fue el lugar elegido.

Y la verdad, me gusta que sea ahí.