03 mayo 2006

Faltan 192 días

Este es mi hijo. Su nombre es Zul. Es un kiltro con pinta... tiene un ojo café y el otro celeste claro, por esto y su cola tan peluda y enroscada, parece que tuviera algo de siberiano.
Lo adopté hace más de dos años, cuando tenía apenas un mes. La primera noche me lo llevé al departamento donde habitaba en ese entonces. A la mañana siguiente, muy temprano y casi sin dormir, lo fui a dejar a mi casa. Durante una semana iba temprano a darle su desayuno, a mediodía llevaba mi comida en un termo y almorzaba con él, por la tarde lo iba a ver y lo sacaba a pasear. El pobrecito desde muy pequeño tuvo que acostumbrarse a vivir solo. Cuando me fui a vivir a la casa lo veía sólo en la mañana y por la noche. Contrariamente a lo que siempre opiné respecto a los animales, lo dejeba dormir dentro de la casa. Se apropió del sofá y lo convirtió en su cama. Estaba harto regalón, pero esos beneficios le duraron hasta que empezó a dejar lleno de pelos por todos lados. Con el dolor de mi alma tuve que hacerlo dormir en el patio.
Como estaba gran parte del dia solo, se entretuvo haciendo hoyos por todo el patio. A veces yo llegaba en la tarde y me encontraba con juguetes que no eran los suyos, su osito de peluche desaparecía unos días y luego reaparecía misteriosamente. Finalmente me dí cuenta que bajo la pandereta había un túnel por donde intercambiaba regalos con Pandora, la perrita del vecino. Pronto el túnel se hizo más grande y al llegar me encontraba a Zul en el patio del vecino. Cuando al fin las piedras, palos y ladrillos lograron impedir que pasara bajo la pandereta, Zul no encontró nada mejor que pasar sobre ella. En más de una oportunidad el vecino me fue a dejar a mi hijo como a las 2 de la mañana, todo para resguardar el honor de su perrita rottweiler. Con el dolor de mi bolsillo, aumenté la altura de la pandereta a 2,00 metros. Pero el amor es más fuerte y las dotes gimnásticas de Zul le permitieron seguir cortejando a su amor de infancia. Para mantener las buenas relaciones vecinales, me vi obligado a dejar a mi hijo encadenado. Igual me preocupé de habilitar un cable hasta el fondo del sitio por el cual Zul desplazaba sus 3,00 metros de cadena, con lo cual cubría igual practicamente todo el patio. Pero el amor sigue siendo más fuerte y en una noche de lluvia, escarbando cada cual por su lado, aún encadenado, Zul y Pandora consumaron su amor. Fue así como cerca del 18 de septiembre me enteré que mi hijo me había echo abuelo.
Como Zul ya conocía los placeres de la vida, no hubo cadena ni cerco que le impidiera salir a la calle a patiperrear. Cada dos noches me esperaba en la puerta, comía, bebía, dormía, pero al día siguiente se arrancaba de nuevo, aunque para eso fuera necesario romper las tablas del cerco. Presionado por un mensaje anónimo de algún vecino, tuve que comprar otra cadena, tablas, clavos y alambres. Finalmente, pude controlar sus instintos.
Los últimos días estaba deprimido, se le notaba en la mirada. Dormía bajo la lluvia por voluntad propia (casi nunca ocupó su casa), comia menos que lo acostumbrado.
Este viernes se fue. Después de casado me voy a santiago a vivir a un departamento, y ahí no hay lugar para Zul. Así que tuve que buscarle un nuevo hogar: lo mandé al campo. Me contaron que al soltarlo corría y saltaba como loco por los potreros. Tuvieron que darle su par de varillazos para que aprendiera que las gallinas no se comen, tampoco los corderos. Pero va a aprender. Confío en eso. Y si no aprende me lo traigo de vuelta y le busco otro hogar en la ciudad. Igual prefiero el campo, me alegra saber que va a tener harto espacio para jugar y que siempre va a haber gente con él.
Pero lo echo de menos, ya nadie me espera cuando llego en la noche, nadie se asoma a la ventana del dormitorio por las mañanas, nadie me despierta ladrando de madrugada...

Pórtate bien, Zul, sé obediente y trabajador. Allá en el campo tienes hartas posibilidades de ser feliz, ahora sólo depende de tí. Discúlpame por haberte dejado solo tantas veces, disculpa si muchas veces no te saqué a pasear. No sé si quiera volverte a ver, creo que será mejor si no. Un abrazo, hijo, te deseo lo mejor.